Era consejera de papas y
príncipes y embajadora de repúblicas; fue una de las mujeres más notables de su
época. Murió el 29 de abril de 1380 a los 33 años de edad.
El autor de esta pintura la
representó vestida con el hábito dominico, con un rostro lleno de candor y de
bondad; su cabeza va ceñida a una corona de espinas, pues quería sufrir los
dolores de Cristo en su pasión. Mira fijamente un crucifijo que lleva en la
mano derecha, al que debería abrazar con fuerza cuando el demonio se le
acercara a tentarla. A la altura de la cintura, sosteniendo con la mano
izquierda, se observa un corazón atravesado con tres clavos, que significa el
fenómeno místico de su unión con Cristo.